La singer y Tizón

Alejandra Almirón heredó de Emma, su madre, sólo una máquina de coser Singer y un puñado de hilos, agujas y dedales.
De su padre, Carlos, apenas una sombra reflejada en una vieja foto tomada en la playa cuando tenía 4 años. Una imagen donde está junto a Emma y Tizón, un manto negro que fue el único perro al que no le tuvo miedo.

A los 6 se mudó a Buenos Aires, ya como hija de madre soltera. Emma fue una mujer frágil y melancólica pero autosuficiente y valiente.
Ale nunca volvió a ver a su padre y durante años inventaba en el colegio rostros y oficios que pretendían corporizar a ese hombre ausente.
En su imaginación fue payaso, fotógrafo, astronauta o cazador de dinosaurios.
Fue una niña disfuncional, con el degradé prototípico compuesto por déficit atencional,
problemas de conducta y un mundo estrafalario que la separaba de casi todo.
Su universo estaba habitado por historietas, pelis en una tele blanco y negro y en las
Aventuras de Tom Sawyers, su libro favorito, del que sabía párrafos enteros de memoria.

Con el paso del tiempo se convirtió en montajista y realizadora.
El cine fue su salvación o dispositivo ecualizador de sus emociones y neurosis.
En el 2021, el azar, la enfrenta con un diagnóstico ,incompleto en progreso, que podría
indicar Síndrome de Asperger y decide empezar a tirar del hilo de esa posible etiqueta,
indagando en su historia enterrada en el olvido, con las pocas pistas que le dejó su linaje.

Empieza una road movie circular que se desarrolla dentro de su cabeza, como un
rompecabezas caprichoso.
La máquina de coser y el perro son el mascarón de proa que, como metáfora, símbolo o
ritual, estructuran el juego creativo y reflexivo.
Su pasado es como un found footage al que debe encontrarle un sentido y una transformación.

Todo sirve para su misión: fotografías propias y ajenas, recortes de revistas, dibujos, recuerdos y estudios médicos, cuyas imágenes cerebrales van trazando un mandala narrativo con borbotones de su vida y de quienes la rodean.
Sus palabras y representaciones visuales convierten a su biografía en otra cosa.
Todo se conecta con el mundo que habita, con el capitalismo salvaje, los dogmas patriarcales y las distopías que acechan a la humanidad.
Su forma de hacer cine es como una antena parabólica enloquecida que no puede apagar.
Lo personal es político y universal y no queda otra cosa que hacerse cargo de ese tremendo malestar que la conecta con el inconsciente colectivo.